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Arte y tecnología: El caso de David Hockney

David Hockney es un nombre propio dentro del mundo del pop art y muy especialmente en el arte digital. Y que nadie espere a un joven geek que ha nacido de una de estas corrientes virales que tanto abundan en Internet. Este inglés afincado en Los Ángeles tiene a sus espaldas una carrera de tal magnitud que es considerado uno de los creadores más influyentes del último siglo. Hockney comenzó trabajando en pintura más tradicional pero, desde que en la década de los 60 conoce al maestro Warhol, comienza a hacerse un sitio entre los autores más reconocidos de pop art. Primero realizó diferentes cuadros ambientados en torno a las piscinas de California,algunos de ellos míticos. Pero sus obras más populares las encontramos en sus collages y lascomposiciones amosaicadas a base de Polaroids, ya en pleno apogeo en torno a 1980.

Sus ideas fueron mucho más allá de la fotografía o la pintura, trabajando también como escenógrafo o pintando coches. No es de extrañar que, pese a su edad, David cruzase la llamada brecha digital y empezase a trabajar con software de diseño en la década de los 90.

Hockney no fue, ni mucho menos, el primero, pero su acercamiento otorgó prestigio y credibilidad a las posibilidades que ofrecía la computación al arte. Para él no había trampa alguna en utilizar esta herramientas, pues, tal y como cuenta en su propio libro “El conocimiento secreto”, desde hacía siglos los artistas utilizaban técnicas como la cámara oscura para ayudarse en sus creaciones. Por lo tanto, los nuevos dispositivos eran sólo la evolución natural. Quitándose prejuicios de encima, en 2011 comienza a trabajar con iPhone e iPad gracias a una app (que ya conocimos en el anterior artículo de este especial) llamada Brushes. Sus primeras obras creadas de forma digital las expuso ese mismo año y su proyecto simbolizó en muchos sentidos el despegar del arte en dispositivos móviles. Cientos de creadores con nuevas aplicaciones que mejoran continuamente abrazaron las ventajas de la pantalla táctil. “¿Quién no querría un iPad?”, preguntaba retóricamente Hockney. “Picasso o Van Gogh hubieran volado a por uno.”

Para el artista es genial saber que puedes hacer una obra por la mañana y enviársela al momento por correo a tus amigos para conocer su opinión. Además, el británico afirma que sus ilustraciones son como jugadas de ajedrez donde piensa cada movimiento, por lo que tener la opción de seguir cambiando su creación tantas veces como quiera tiene un nombre propio: Arte Dinámico. Quizá la obra es diferente la próxima vez que la veas. Podía hacerlo con un ordenador personal, cierto, pero las tablets lo hacen más rápido y accesible; menos frustrante, un movimiento ágil. David no tuvo reparos en seguir a la vanguardia y seguirá mirando hacia adelante, como siempre.

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